Hoy he invitado a alguien muy muy especial a escribir en esta newsletter. Alguien que conocerás seguro, y que no solo tiene razón cuando escribe, sino que además lo dice con un estilo único y que engancha a más no poder.
Te dejo con él, seguro que adivinarás quién es.
Hay personas que hipotecan su futuro para disfrutar de los placeres del presente. No tienen plan financiero, no saben en qué gastan su dinero y no tienen ni un duro ahorrado.
Belén Esteban vive de plató en plató y ellos viven de nómina en nómina.
Pero esto no les supone ningún problema.
Como no se pueden permitir el último smartphone topedegama, lo pagan con tarjeta de crédito en “cómodas cuotas de 20 euros al mes”.
Para presumir de status fake delante de sus compis de trabajo, un crédito de BBVA a devolver en 8 años y al 9% de interés paga el SUV al que le patinaban las ruedas en la última nevada.
¿Hipoteca a 40 años?; firme aquí.
Y, cada verano, 7 días de vacaciones en régimen de todo incluido. Son porqueyolovalguistas.
Si la cosa se pone fea, siempre podrán refinanciar.
Bien.
Creo que todos los aquí presentes, aspirantes a samurais financieros de la newsletter de mi amigo Marc, coincidimos en que este plan de vida, por llamarlo de alguna forma, es una mierda.
El patrocinador de la semana -
Seamos sinceros, los temas fiscales y financieros dan pereza.
Pero, a la vez, pueden ahorrarte mucha pasta.
Por suerte, hay tipos como Javi, de Asimetric, que se ha propuesto que la gente se divierta y aprenda leyendo sobre temas fiscales y financieros. Y además dice que lo está consiguiendo.
Si te apuntas a su newsletter, diversionfiscalyfinanciera, igual consigues ser de esos que usa la fiscalidad a su favor y ahorras un buen dinero.
Además, te llevas una fórmula muy efectiva para ahorrar justo apuntarte.
Traer dinero del futuro, quemarlo en el presente y confiar en que tu yo del futuro se buscará la vida para pagarlo no parece una estrategia inteligente.
Por eso, cuando vemos que alguien de nuestro entorno sigue este estilo de vida nos echamos las manos a la cabeza y pensamos… “¡Está loco! ¿No se da cuenta de lo que hace?”.
Pues ya te lo digo yo:
No, no se da cuenta de lo que hace. De hecho cree que es lo normal.
Sin embargo, pasa algo curioso.
Verás.
El caso anterior nos espanta a todos, sí.
Pero no nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos a personas jóvenes que sacrifican sin contemplaciones su presente con la esperanza de vivir mejor y ser más libres en el futuro.
Quizás te suene:
“Ve a la universidad, saca buenas notas y búscate un buen empleo”.
“Si trabajas duro podrás lograr un ascenso y ganar un 20% más”.
“Llévate el tupper a la oficina y conduce con suavidad”.
“Sé austero y págate a ti mismo primero”.
“Ahorra para cancelar tu hipoteca cuanto antes”.
“Contrata un plan de pensiones”
“Ordena una transferencia periódica de 250 euros al mes a tu plan de inversión y gracias al interés compuesto tendrás 4,5 millones de euros cuando cumplas 125 años”.
Cualquier persona que siga estas premisas podrá disfrutar de una jubilación confortable, pero en los últimos años de su vida.
Y el precio que pagará para conseguirlo será su tiempo, su vida, su libertad.
- ¿Pero cuál es tu problema, maldito Nudista?
Ninguno. Es solo que yo no quiero esperar tanto.
Quiero esa jubilación confortable cuanto antes.
Y, por supuesto, no quiero estar amargado durante los años que tarde en conseguirla.
Déjame que te cuente una pequeña historia, anda. Me va a venir muy bien para poner todo esto en contexto.
Te aviso que es una historia especial: mi propia historia.
Del lonchafinismo al f*ck you money, primer intento
Aunque mi padre era un currante y mi madre una ama de casa, en mi casa nunca faltó de nada. No sobró, pero tampoco faltó.
El estilo de vida, eso sí, era lonchafinista.
Me crié con un walkman, una Nintendo y tres amigos con los que jugaba en la calle cada día hasta que se ponía el sol.
Gracias a Dios en aquella época no habia Twitter; si querías echar un rato con los colegas, te ibas al parque.
Tampoco había Tinder; y si querías ligar, también te tenías que ir al parque.
El parque era como las redes sociales, pero con personas que se podían ver, oír y tocar. Lo aclaro porque los más jóvenes igual no lo entienden.
Bien.
A los 17 años me fui a la Universidad.
Mis padres me pagaban la carrera y yo me pagaba todo lo que le colgaba a la carrera. Vamos, que curré los fines de semana para financiar los efectos colaterales de la vida universitaria (juergas, viajes y vicios, básicamente).
A pesar de lo anterior, me gradué con buenas notas y conseguí una especialización. Era lo que mi familia y la sociedad esperaban de mí.
Luego empecé a currar y a ganar pasta. También a gastarla.
Qué quieres que te diga, pero tras muchos años estudiando duro, me sentí con licencia para gastar.
Y me entregué a los dioses de la gratificación instantánea:
Me compré un coche caro.
Viajes al otro lado del charco.
El último iPhone siempre en mi bolsillo.
Comía en bares más que en mi casa.
Lo típico.
Por aquella época lo único que me preocupaba era el “ahora”, el “hoy”, el “ya”.
¿Sabes por qué?
Porque cuando miraba al futuro solo veía prosperidad: ascensos, mayores ingresos, una casa más grande, una mejor vida…
Pasaron los años, me casé y adquirí mayores responsabilidades.
Y pronto me di cuenta de que la realidad no coincidía con esas expectativas de futuro que años atrás había dibujado en mi cabeza.
Si al principio la desviación sólo era de un grado, según pasaban los años las líneas rectas de la realidad y la ficción se separaban cada vez más.
Empezaba a pintar feo.
Y decidí dar un giro radical a la situación: asentar la cabeza, reducir gastos, vivir por debajo de mis posibilidades, cancelar deudas, crear un fondo de seguridad, empezar a invertir…
Lo típico también, tú sabes.
Me pasé al bando de los que son responsables con sus finanzas personales y con su vida. Se supone que era lo que había que hacer.
Lo llamé madurez.
Cada mes ahorraba una parte de mi sueldo y, tras crear el famoso fondo de emergencia, empecé a invertir para vencer a la inflación.
Confiaba en que si era constante y todos los meses metía un poco de dinero en mis inversiones, gracias a la “magia” del interés compuesto, terminaría siendo rico.
Libre.
FIRE.
Mis tablas y gráficas en Excel respaldaban mi teoría. Las matemáticas no engañaban. Algo así era posible, ¡claro que era posible!
O tal vez no.
Del lonchafinismo al f*ck you money, segundo intento
Durante muchos años me mantuve fiel a ese plan “hacia la riqueza” hasta que un día, de repente, vi la luz.
Suena a epifanía esto que digo, pero es que fue literalmente así.
No sabría decirte exactamente por qué pasó pero me di cuenta de que llevaba toda la vida siguiendo las instrucciones de “estudia, trabaja, ahorra…” que la sociedad me había dado, pero que estas instrucciones eran incorrectas.
Por caricaturizarlo un poco, imagina que estás en Madrid y quieres viajar en coche hasta Bilbao.
Como estás perdido, paras en una gasolinera a preguntar por dónde debes ir.
Respuesta: por la Autovía del Sur A4.
Pues tú vas y le haces caso. ¿Llegarás a Bilbao?
Claro que no.
¿Cómo coño vas a llegar a Bilbao si vas para abajo? Puedes estar muy motivado, excitado y dispuesto a darlo todo, pero es que vas en dirección Cádiz.
Bien.
Pues más o menos en esas estaba yo: queriendo llegar a un lugar (la libertad financiera) por un camino incorrecto (vender mi presente).
Me di cuenta de que esa supuesta responsabilidad con mis finanzas personales, esa constancia, ese esfuerzo, ese hazte rico poco a poco… en realidad era una gran mentira.
Una mentira muy bien disimulada y socialmente aceptada por personas que, en teoría, eran inteligentes, pero no por ello menos mentira.
Estaba vendiendo mi presente con la esperanza de que pasasen los años, el interés compuesto obrase su “milagro” y mi yo del futuro se hiciera millonario.
Menuda mierda de plan.
Los mejores años de mi vida se esfumaban mientras mi hija recién nacida me miraba con sus ojazos azules.
Si crees que exagero, detente un momento a reflexionar sobre las dos preguntas que te voy a hacer a continuación:
¿A cuánta gente conoces que se haya hecho rica invirtiendo en fondos de inversión y en planes de pensiones?
En caso de que conozcas a alguien, ¿qué edad tiene?
A ver si acierto: Manolo, 62 años, pelo canoso, problemas de próstata y vacaciones en Benidorm.
Con todos mis respetos, yo no quiero ser Manolo.
Las personas que alcanzan la libertad financiera, ¿cómo lo hacen?
Te voy a decir cinco cosas que he aprendido con el paso de los años. Para mí son verdades irrefutables:
El tiempo es abundante, pero no es ilimitado. No conozco a nadie que se haya convertido en millonario intercambiándolo por dinero.
La formación es importante y leer libros está bien, pero hay que pasar a la acción. La teoría, en una dosis elevada, termina siendo paralizante.
El interés compuesto debe ser el compañero de viaje, pero no debe recaer sobre él toda la responsabilidad. Somos nosotros los que estamos al volante.
No hay por qué renunciar a los grandes sueños pensando en “algún día podré…”. La esperanza, como estrategia, es una pésima estrategia.
Los hijos crecen los lunes, los martes, los miércoles, los jueves, los viernes, los sábados y los domingos; no solo los fines de semana.
Te diré algo: en mi opinión, que no me has pedido, negocios e inversiones deben ir de la mano.
Nunca por separado.
Para alcanzar la posición f*ck you money no basta con ahorrar y confiar en la bolsa. Pero tampoco basta con crear un negocio digital siendo un analfabeto financiero.
Aunque el ahorro y la inversión son condición necesaria para alcanzar la libertad financiera, no son condición suficiente.
Falta una tercera variable, y seguro que sabes cuál es, ya que de lo contrario no estarías leyendo esto: hay que ganar más dinero.
Ahorrar no es suficiente.
Invertir no es suficiente.
Hay que ir donde está el dinero.
Pero no basta con ir y olerlo, también hay que cogerlo y llevarlo a casa.
Y de eso va mi newsletter.
Escribo sobre finanzas, inversión y negocios online desde un ángulo que, me atrevo a decir, es poco común.
Tan poco común que algunas personas, cuando empiezan a leerme, se sienten un poco “ofendidas”.
Te invito a que lo compruebes tú mismo:
Newsletter de Nudista Investor
Y como vienes de parte de Marc, un tío que me cae excelente, te haré un regalo en el primer email.
Un saludo,
Nudista Investor